domingo, 29 de enero de 2012

III. Los famosos hermanos Snow



Capítulo 3. Los famosos hermanos Snow


«Viva, estoy viva por los pelos...»

Katherine no paraba de repetirse una y otra vez en su cabeza lo afortunada que era de seguir con vida. En La Prueba, sino fuese por ayuda de aquel muchacho, Thomas Hedder, no hubiera conseguido las agallas para continuar. Tras tomar el aerodeslizador, Katherine tuvo que tener sangre fría, o al menos intentarlo. Provocó al resto de participantes del Sector 10, haciendo que entre ellos se atacasen, mientras que ella aprovechaba a escapar. Algo ruin por su parte, pero aquello la salvó la vida, o con más lógica, condenó su vida.

- ¿Katherine, estas bien? -

Thomas llamó a la puerta del baño, y Katherine tornó la vista hacia él. Aún llevaba las ropas manchadas de sangre, y aún tenía el pelo revuelto. Tras ser ambos seleccionados al Sector 6, el propio presidente de Gran Nueva York les acogió durante una noche en uno de los hoteles más lujosos de El Círculo para que descansaran, aunque al día siguiente debían de partir a su nuevo hogar.

- Si... aún sigo agotada, pero con la ducha me he recuperado - le dijo, pero antes de que se fuese, Katherine le retuvo - Oye Thomas... ¿puedo preguntarte una cosa? -

- Lo que quieras... - suspiró mientras se apoyaba en el umbral de la puerta -

- ¿Por qué me ayudaste? -

Hubo un silencio entre ambos, y sus miradas se intercambiaron en más de una ocasión. Desde el final de La Prueba, Katherine estaba algo inquieta por qué él, un chico que no era de su propio Sector, la ayudó cuando su vida corría peligro.

- ¿Acaso no me lo has agradecido? - preguntó incrédulo, algo ocultaba - 

- Si te lo agradezco, pero ¿cómo sabías que estaba en peligro? ¿Cómo? -

De nuevo aquel silencio. El vaho del cristal se estaba quitando, y la mirada de la muchacha contemplaba los ojos de Thomas, que la desviaba constantemente. 

- Vístete, nos están esperando - mascullo sin responder a su pregunta -

Katherine tenía la toalla cubriendo su cuerpo. Thomas le dio la espalda y cerró la puerta. Ambos compartían una habitación en la última planta del Hotel, donde los demás jóvenes de dieciocho descansaban en sus respectivos cuartos, pero ellos, exclusivamente, iban a tener la visita de dos anfitriones muy peculiares. Dos hermanos. Chico y chica, de unos ocho o nueve años de diferencia cada uno. El chico, apuesto por si solo, se llamaba Abel, y la chica, siendo una espléndida Füxe, criaturas de aspecto humano que cambia su cabello según su estado de ánimo, se llamaba Sarah, y ambos eran los famosos hermanos Snow.

- ¿Están vivos? - dijo Sarah despreocupada y sosteniendo una carpeta blanca en sus manos - 

- Por suerte si. Los dos -

Abel pulsó el botón de la planta noventa y nueve, donde Thomas y Katherine se alojaban.

- ¿Estás seguro que... son adecuados para nuestra causa? -

El cabello rubio de Sarah comenzó a tomar un tono apagado, algo grisáceo por la preocupación.

- Completamente - sentenció Abel con una sonrisa - ¿Acaso dudas que no son adecuados? -

- Lo dudo, si. Tienen dieciocho años, es imposible que... - Sarah emitió un suspiro y se apoyo contra la puerta del ascensor - Son muy jóvenes -

- Jóvenes o no, son adecuados. - repitió Abel - Solo hay que ponerles a prueba -

La puerta del ascensor se abrió. Llegaron. Ambos salieron con elegancia del ascensor y caminaron por un largo pasillo hacia la última puerta, donde Thomas esperaba con la misma ropa de La Prueba en la puerta. Les estrechó la mano. Ya les conocía de semanas atrás. Entraron en la gran habitación y los hermanos Snow tomaron asiento en el sofá de terciopelo blanco. Estaban en un amplio salón, con una gran cristalera con vistas al Sector 6 y 7. Hacia la derecha estaban las habitaciones, y en la izquierda la cocina y el baño, por donde Katherine salió recién duchada y con unos pantalones y camiseta blanca. Echó un vistazo a los hermanos Snow y después tomó asiento.

- ¿Quiénes sois? - pregunto nada más sentarse -

- Abel y Sarah Snow, hemos venido exclusivamente a guiaros - dijo -

- ¿A guiarnos? - saltó Thomas -

- Os han destinado a los dos al Sector 6 - les recordó Sarah echando la carpeta en la mesa de cristal del centro - Y nosotros seremos como... vuestros contactos. Os otorgaremos un piso, trabajo y tareas que hacer -

- ¿Osea que somos de vuestra propiedad? - sonrió incrédula - 

- Por así decirlo - afirmó Abel - A partir de mañana, nosotros dos nos ocuparemos de vosotros. Mi hermana Sarah se ocupará de Thomas, y yo de ti, Katherine -

- Además trabajaréis para nosotros - añadió Sarah -

- Y seguramente que el trabajo también será un castigo - refunfuñó Katherine, ya que Thomas aguardaba en silencio -

- Una biblioteca - sonrió Thomas - En la Gran Biblioteca del Sector 6, donde la historia de Gran Nueva York se guarda bajo llave. Vuestro deber y trabajo, será protegerlo de las garras de indeseables -

Un escalofrío le recorrió a Katherine de los pies a la cabeza. 

- ¿Protegerlos de qué? -

Abel calló y miró a Sarah, que negaba con la cabeza. Abel suspiró y se levantó.

- Nos vamos. Mañana os esperaremos en la estación y partiremos a vuestro nuevo hogar -

- Así que aprovechen a descansar - concluyo Sarah -



La noche caía poco a poco sobre la Gran Nueva York y sus Sectores. Morfeo arrebató el despertar de muchos y sumergirlos en sueños profundos, pero no a todos. Por las calles del Sector 6, dos jóvenes muchachas escapaban de las garras de los agentes de policía. La pelirroja sostenía un pergamino entre en sus manos, un objeto que robó del mismísimo banco , más específico de la cámara secreta del presidente. No robó su cantidad de oro, ni siquiera ni un penique, pero si aquel extraño pergamino que lo guardaba en el interior de una urna de cristal. 

- ¡Eleanor nos van a alcanzar! - exclamo la joven que iba con ella - 

- ¡Lo se, pero les entretendré Annabeth! - grito la pelirroja a la niña - ¡Toma! -

Eleanor el entregó el pergamino a la joven mensajera que se lo guardó en su bolsa.

- ¿Que piensas hacer? - Annabeth se detuvo en medio de la calle -

- Lucharé con ellos. Tú huye de aquí, y que llegue el pergamino a su destino ¿vale? -

- Pero... -

- ¡Vete! -

Annabeth asintió y echó a correr calle arriba, donde la oscuridad de la noche la ocultó. Eleanor, se dio media vuelta y fijo su mirada en los tres guardias de policía que le apuntaban con una extraña vara de hierro, en donde su interior rebosaba una energía luminosa que provocaba pequeña descargas eléctricas. Eleanor sonrió, y cerró sus puños con fuerza.

- ¡Entrégate a la policía! - gritó el guardia - O usaremos la fuerza contra usted -

- ¡Estas oyendo! - exclamo - ¡Oye! -

Sin explicación alguna, los puños de Eleanor comenzaban a brillar con el mismo tono de luz de la energía de las varas de hierro de los guardias. Los guardias retrocedieron hacia atrás al ver tanta energía acumulada en sus puños. De repente, Eleanor pegó un puñetazo al aire, expulsando de entre sus manos una energía luminosa que empujó con fuerza el cuerpo de un policía.

- ¡Tus manos brotan energía, es imposible! - exclamo el guardia - 

- Es posible... - dijo una voz desde el cielo -

Como un asesino silencioso, un hombre cayó de pie ante Eleanor y los guardias. Miró a los guardias, y les hizo una señal con la mano para que se echaran hacia atrás. Después, con un veloz movimiento, aquel hombre se deslizó rápidamente hacia Eleanor, donde la tomó de la cintura y posó su palma de la mano en su abdomen. Su mano brilló como hizo hace unos segundos las manos de ella, y una fuerte descarga eléctrica hizo que la pelirroja Eleanor cayera inconsciente.

- ¡Gracias Steffen, menos mal que hay Guardianes cerca del Sector 6! -

- No me des las gracias... ¿por qué la seguíais? - preguntó Steffen -

- Robó un pergamino de la cámara del presidente, pero al parecer no tiene nada - dijo el guardia mirando su cuerpo - Pero nos la llevaremos -

- Uhm.... puede ser..... ? - Steffen miró el cuerpo inconsciente de Eleanor, y observó como aún rebosaba energía luminosa en sus manos. Enseguida lo comprendió todo - 



1 comentario:

  1. Esto se esta poniendo muy interesante, sigue así.
    Un beso.

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